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Virtual Dreams of a Dead Flower

Noviembre 2024

Virtual Dreams of a Dead Flower es una escultura procesual que invita al espectador a presenciar el largo sueño de una flor muerta. “Criogenizada” y atrapada en su anhelo de permanecer intacta, la flor yace entre sueños virtuales—sueños de deseo que le impiden descansar. Con el paso del tiempo y el deshielo, se revela, bajo la mirada voyeurista del espectador, un cadáver desnudo y empapado que un día soñó con mantenerse intacto.

Esta escultura-performance pone en tensión directa lo físico y lo virtual, exponiendo la contradicción entre la fugacidad de lo natural y la ilusión de permanencia en lo digital. La flor, congelada en su deseo de belleza eterna, se convierte en símbolo de nuestro impulso por capturar lo efímero, de nuestra tendencia a idealizar lo inmutable. Al derretirse, deja al descubierto la fragilidad de estos sueños de perfección virtual, enfrentándonos a la disolución de aquello que alguna vez intentamos preservar.

Echo de menos algo que ni siquiera he vivido, un tiempo de polvo y rascaduras que a la vez anhelo y detesto. Porque yo también estoy ciega y me atrae lo que más brilla. Porque yo también desearía no tener cuerpo o tener un rostro de cristal. Sin embargo, anhelo lo rugoso porque se puede escarbar; en lo poroso me abro un agujero, me meto y descubro lo que hay dentro. Solo en lo irregular puedo ver formas que no existen.

Quiero bucear entre capas, pero no paro de darme de bruces contra un cristal tan limpio que se me olvida que está ahí. Es tan transparente que parece mostrarlo todo, sin mentiras ni trampas, pero no consigo atravesarlo. Quiero indagar en el interior, en los laterales, en el revés. Veo una fantasía que quiero tocar, así que pego mi cara al cristal con asombro y deseo, como una niña mirando a una sirena en la pecera de un acuario. Pero no puedo tocarla; mi piel blanda se resbala.

Si hubiera una pequeña grieta, microscópica, la encontraría, me agarraría a ella con todas mis fuerzas y seguiría escarbando con un punzón, quitando triza a triza. Primero me escarbaría una cueva, y a su alrededor toda una hilera de montañas con sus árboles y animales. Cuando lloviera, los surcos se llenarían de agua, formando ríos y estanques. Seguiría con el punzón, abriéndome otros caminos y construyendo un jardín lleno de flores y aves en bajorrelieve, un palacio gótico con capiteles frondosos, ménsulas y gárgolas, y un pozo profundo en el que adentrarme…

Si encontrase un pequeñísimo fragmento de cristal picado, no me importaría cortarme para meterme dentro y construir. Pero está perfectamente liso y pulido, así que me pego como una ventosa y veo suspiros pasar. Suspiros que me hacen llorar, que sé que son solo vapor aunque no pueda acercarme, sirenas de humo que se desvanecerían si intentase tocarlas.

 

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